
Historia.-
Para hablar de sus orígenes podemos decir que la historia de los Toros Coleados se remonta, más o menos a la segunda mitad del siglo XVI, cuando llegan a nuestros llanos los primeros ejemplares de ganado, traídos por los españoles.
Podemos asegurar que el coleo nace como una faena del campo; en aquel entonces no habían empalizadas y el traslado del ganado había que hacerlo por trochas. El abastecimiento de nuestros mercados provenía de los Llanos y de Oriente, porque era precisamente allí donde se criaba al ganado, por lo que su traslado se hacía muy complicado y el reunirlo se dificultaba. Por lo tanto, quienes debían conducirlo se percataron que derribándolo, lo cansaban y luego con facilidad lo integraban al grupo. Es así como se supone comenzaron las primeras coleadas en Venezuela, pero existen otras teorías que señalan diversos orígenes de este deporte-fiesta tan popular en nuestro país.
La primera señala a la fiesta de Canas y Toros, muy popular en España por aquel entonces, como originaria del coleo. Esta fiesta consistía en dos tipos de competencias, la primera, corresponde a las Canas, era una especie de torneo de gladiadores a caballos armados de duras lanzas de madera y escudos de cuero, y la segunda, relativa a los toros, eran capeas de toreadores a pie o cabalgando con lanza y rejón. Esta fiesta se celebró por primera vez en Venezuela el día de San Sebastián, en la ciudad de Nirgua, durante la expedición de Don Diego de Lozada.
La segunda hipótesis señala a la muy antigua suerte del derribo, del acoso o del rejón campero, como origen del coleo. Esta suerte consiste en derribar una res a toda carrera, valiéndose el jinete de una vara o rejón apoyado del brazo para impulsar al nivel del cuadril, cerca de la cola un extremo de estos implementos, con el que hace fuerza y así derriba al animal hacia el lado contrario. Primitivamente se utilizó como un recurso del hombre para dominar al ganado salvaje y bravío. La originalidad de nuestros primeros mestizos, cambió el rejón traído por los españoles, por la mano y agarraron directamente la cola, como medio más funcional y práctico, y de innovación siempre presente en todo proceso de transculturización.
Entre estas dos hipótesis la segunda se hace más creíble por su procedencia de carácter rural, ya que la primera era una fiesta de gran gala y tronío, propia de la nobleza española de la época.
Remontándonos en el tiempo, tenemos escenas grabadas en tumbas y sepulcros de antiguas civilizaciones, donde aparece el pastor a pié, tomando la res por la cola. Esto no es raro, ya que el toro tiene más de 2000 años de existencia.
Lo cierto de esta fiesta y deporte es, que hoy sólo se practica en Venezuela, y con estilos y normas muy distintas. También encontramos manifestaciones en los llanos de Colombia, fronterizos con nuestro país, en la Provincia de Parabia en Brasil, y en las muy populares charreadas mexicanas.
Existe otra versión que señala a los Toros Coleados como un epifenómeno transcultural americano en suelo español, es decir, un uso americano llevado a la madre patria.
Esta tradición se extendió por todos los rincones de Venezuela, y así tenemos que en crónicas anteriores a la emancipación nacional, se habla de la destreza y habilidad que mostraba el General José Antonio Páez en el recio y duro ejercicio del coleo.
En aquel entonces, para celebrar la fiesta de los Toros Coleados se adornaban las principales calles del pueblo y se levantaban las famosas talanqueras preparando templetes que serían ocupados por las jóvenes del lugar. Las puertas y ventanas de las casas se engalanaban con guirnaldas y lazos, mientras se escuchaban, unidos a la alegría de los pobladores, los acordes de los músicos invitados a tal efecto, acompañados de cohetes que se hacían sonar para realzar la celebración.
Así, los toros eran echados a la calle y, tal como hoy, los jinetes se peleaban por tomar la cola del animal y demostrar su destreza, para al final ser premiados con la cinta preparada por las gentiles manos de una de las damas del lugar.
En Caracas, se coleaba entre las esquinas del Carmen a Municipal, ya que allí se encontraba la residencia presidencial "La Viñeta". También en la calle de Romualda a Candelaria y en la calle principal de la parroquia de San Juan.
Podemos decir, que los Toros Coleados han tenido, desde su inicio, implicaciones políticas y sociales. Así vemos que en 1797, cuando la conspiración de Gual y España, fueron soltados los toros a la calle para distraer la atención del pueblo y de las autoridades.
El General José Antonio Páez fue uno de los primeros coleadores y durante su presidencia impuso al coleo como espectáculo en todas las fiestas, es así como se vincula desde muy pronto a las fiestas patronales de nuestros pueblos, lo que constituye un hecho social de importancia en el seno de las comunidades, y todavía hoy es una manifestación ritual que acontece todos los años, cada vez que en los pueblos y caseríos se celebra la festividad del Santo Patrono al que se es devoto.
Durante la presidencia de los Monagas, y los dos períodos de Joaquín Crespo, el coleo tuvo un gran auge, debido a la afición que ellos sentían por este deporte.
Después, se produjo un receso durante los gobiernos de Rojas Paúl, Andueza Palacios y Andrade, quienes no eran aficionados a los toros. En la época del gobierno de Gómez, los Toros Coleados pasan nuevamente a la categoría de espectáculo principal en los Programas Oficiales y Fiestas Patronales.
Es importante destacar que las reacciones de la Iglesia no se hicieron esperar, ya que durante todos estos años se opuso a que se incluyera este torneo, por considerarlo pagano, en las festividades religiosas y constantemente amenazaba a los coleadores con la excomunión.
Podemos afirmar que este espectáculo genera un sentimiento afectivo-amoroso en el ánimo popular. La tarde de toros se presta para lograr amistades bellas y duraderas, así como para originar innumerables pasiones, de las cuales una de las famosas: la del General Páez con Barbarita Díaz, quien fue su amante durante muchos años.
Las cinta con las que son premiados los jinetes, quienes con arrojo y destreza logran tumbar al toro, a menudo traen por detrás el nombre y teléfono de la premiadora, lo cual puede dar inicio a una nueva amistad. Un verso escrito en una cinta y firmado por Mayita, expresa la emoción que embarga al espectador: "Es preciso coleadores defender la tradición, luchar a brazo y pulmón, poner altos los honores, hasta quedar vencedores en esta lucha propuesta; solo decirles me resta; el día en que lo logremos: ¡El Coleo está de Fiesta!"
No sólo ha servido el coleo como inspiración amorosa sino que ha incitado la musa en diferentes expresiones artísticas. En Literatura encontramos al costumbrista Daniel Mendoza. Sistiaga y Gallegos en la novelística, Luis Iriarte en la poesía nativista, Fleitas Veroes, Carreño y Rodríguez Cárdenas en la poesía. En música se han compuesto coplas, corríos, joropos, pasajes y seis por derecho en honor a este espectáculo. En el refranero popular, encontramos la frase "Vivito y coleando", famosa desde la época posterior a la Independencia.
Por todo esto, podemos afirmar que los Toros Coleados pertenecen a nuestro Folklore, ya que es una tradición ancestral, con raíz popular y anónima y que ha sido practicada en forma empírica y tradicional.
Para los coleadores de antes derribar el animal significaba una muestra de valentía y fiereza, en ello se jugaba el todo por el todo y demostraban lo excelentes domadores de ganado que eran, adquiriendo prestigio al ser premiados por las damas con múltiples lazos multicolores.
El Coleo ya no se practica en las calles de los pueblos, sino que se construyen mangas especiales limitándose así el espacio. Al principio las empalizadas eran de madera, y los espectadores tenían que encaramarse sobre ellas para poder disfrutar del espectáculo; ahora son metálicas y están dotadas de tribunas.
También se limita el número de coleadores por tanda, antes era infinito, hoy no puede haber más de 4 coleadores dentro de la manga. Igualmente se reglamentó el tiempo de la estada del toro dentro de la manga, a 5 minutos para evitar el excesivo maltrato del animal; se incorporaron nuevos jueces, y la exigencia del peso del toro se ubicó alrededor de los 500 Kilogramos.
El timbre que indicaba la señal de los jueces para dar inicio de la coleada, que le daba sabor pueblerino ha sido cambiado por el intercomunicador, y la música, antes con conjuntos criollos, ahora es grabada y hasta se escuchan Steel-Bands, conjuntos colombianos y otros, que nada tienen que ver con nuestras tradiciones.
Quizás el cambio que más choca a la vista es la indumentaria; antes se coleaba en Liqui-Liqui y con Pelo e' Guama, ahora se ha incorporado el casco como medida de protección y los coleadores han impuesto el Blue-Jeans como vestimenta, quizás más cómoda, pero menos nuestra.
Los caballos también han sufrido cambios, antes se utilizaban los caballos criollos, pequeños pero de gran arrojo, utilizados especialmente en las faenas del llano. Ahora, en su lugar, vemos caballos llamados Cuarto e' milla, ejemplares importados del norte y preparados especialmente para esta faena. Su gran tamaño, arrancada y boca fina, que permite frenarlo mejor, hace que el esfuerzo del coleador sea menor.
Lo mismo pasó con el toro, antes se coleaban toros criollos llamados "pata corta", hoy en día se colea con Brahman, Cebú o mestizos.
A pesar de que en sus orígenes quienes encarnan la figura de coleador eran los peones, ahora vemos que quienes lo practican forman una élite, o sea, son familias de renombre, propietarias de haciendas y aquellos hijos de clase media superior y alta, quienes pueden darse el lujo de adquirir y mantener estos caballos tan costosos. También podemos decir que este deporte es el único que no rinde beneficios económicos, y que, por el contrario, es mucho el capital que hay que aportar para el sostenimiento del mismo.
En general, los cambios operados han sido para el beneficio del coleador y del espectáculo mismo, pero le han restado mucho de la esencia de lo que fue en sus principios.
Sin embargo, los Toros Coleados son un deporte original que aún conserva su autenticidad primigenia. Ha adquirido disciplina de jerarquía recia y ahora constituye una actividad reglamentada que ha desbordado los límites de los llanos para proyectarse a toda la geografía nacional.
Este deporte ha traspasado las fronteras, como quedo demostrado en la visita que ha nuestro país hiciera Jorge Luis Borges, quien a su arribo a Maiquetía manifestó su deseo de "ver" una coleada de toros. Deseo este que fue cumplido una tarde de sol en la manga del club Los Cortijos, donde el eminente escritor pudo sentir el relincho de los caballos y la emoción del momento mientras alguien le contaba al oído las incidencias del turno, ya que es ciego desde hace más de 25 años. Ante el galopar de los caballos, la voz de los coleadores y el olor de la tarde, no cabe dude que Borges "vio" como nadie las tumbadas y felicitó a los coleadores. Al final de la tarde su comentario fue el siguiente: "Ahora puedo decirle a mis amigos que sí es posible, que en Venezuela hay hombres que derriban un toro".
Para hacer un breve resumen de quienes han hecho historia en las mangas de coleo, mencionaremos a José Ángel Gorrín, al "negro" Guillén, Víctor Antonio Gorrín, José Rafael Pulgar, José Vicente La Riva, Ramón Martínez, José Félix Ceballos, Carlos Jiménez, José de la Cruz Reyes, Eloy Rivas, Dionisio Infante, Simón Infante, Víctor Díaz Gorrín, Ernesto Salas, Isaac Armoni, Jesús María Piña, Cruz Mario Sigala, Néstor Riera, Orlando Yepes, Mario Gudiño, Aquiles Fernández, Marcos Alfonzo, "Chuco" Díaz Martínez, José Manuel Díaz Martínez (estos últimos 4 formaron el equipo campeón nacional 7 veces, entre los años 1959 a 1970), los hermanos Zapata de Guarico, Sergio Carreño, Heriberto López, Nardo Figueroa, "Nero" Guillén, Ventura Vellera, "Compae" Linares, "Negro" Avendaño, Simón Azuaje, Tito Prado, Flavio Arrieta Arrieta, Eduardo Delgado, Gaudi Guevara, José Luis Silva y José Adrián Torrealba, entre otros muchos, demasiados para poder mencionarlos a todos.
Es necesario referirnos al hecho que en los últimos años se ha desarrollado un movimiento de mujeres coleadoras encabezado por Amelia Carolina Carreño Villegas, quien ha ganado múltiples campeonatos, compitiendo con hombres. Debido al auge femenino dentro de este deporte ya la Federación ha elaborado competencias exclusivas de mujeres, de modo que la fuerza a medir sea más justa.
Los Toros Coleados deben ser preservados como parte de nuestro Folklore, ya que en él encontramos vivencia y esencia popular, ese "algo" que vive en lo más profundo de nuestros sentimientos, que nos une en el gentilicio, que nos llama hacia el suelo patrio y nos pone en contacto directo n el presente con nuestro remoto pasado de padres y ancestros.
Para hablar de sus orígenes podemos decir que la historia de los Toros Coleados se remonta, más o menos a la segunda mitad del siglo XVI, cuando llegan a nuestros llanos los primeros ejemplares de ganado, traídos por los españoles.
Podemos asegurar que el coleo nace como una faena del campo; en aquel entonces no habían empalizadas y el traslado del ganado había que hacerlo por trochas. El abastecimiento de nuestros mercados provenía de los Llanos y de Oriente, porque era precisamente allí donde se criaba al ganado, por lo que su traslado se hacía muy complicado y el reunirlo se dificultaba. Por lo tanto, quienes debían conducirlo se percataron que derribándolo, lo cansaban y luego con facilidad lo integraban al grupo. Es así como se supone comenzaron las primeras coleadas en Venezuela, pero existen otras teorías que señalan diversos orígenes de este deporte-fiesta tan popular en nuestro país.
La primera señala a la fiesta de Canas y Toros, muy popular en España por aquel entonces, como originaria del coleo. Esta fiesta consistía en dos tipos de competencias, la primera, corresponde a las Canas, era una especie de torneo de gladiadores a caballos armados de duras lanzas de madera y escudos de cuero, y la segunda, relativa a los toros, eran capeas de toreadores a pie o cabalgando con lanza y rejón. Esta fiesta se celebró por primera vez en Venezuela el día de San Sebastián, en la ciudad de Nirgua, durante la expedición de Don Diego de Lozada.
La segunda hipótesis señala a la muy antigua suerte del derribo, del acoso o del rejón campero, como origen del coleo. Esta suerte consiste en derribar una res a toda carrera, valiéndose el jinete de una vara o rejón apoyado del brazo para impulsar al nivel del cuadril, cerca de la cola un extremo de estos implementos, con el que hace fuerza y así derriba al animal hacia el lado contrario. Primitivamente se utilizó como un recurso del hombre para dominar al ganado salvaje y bravío. La originalidad de nuestros primeros mestizos, cambió el rejón traído por los españoles, por la mano y agarraron directamente la cola, como medio más funcional y práctico, y de innovación siempre presente en todo proceso de transculturización.
Entre estas dos hipótesis la segunda se hace más creíble por su procedencia de carácter rural, ya que la primera era una fiesta de gran gala y tronío, propia de la nobleza española de la época.
Remontándonos en el tiempo, tenemos escenas grabadas en tumbas y sepulcros de antiguas civilizaciones, donde aparece el pastor a pié, tomando la res por la cola. Esto no es raro, ya que el toro tiene más de 2000 años de existencia.
Lo cierto de esta fiesta y deporte es, que hoy sólo se practica en Venezuela, y con estilos y normas muy distintas. También encontramos manifestaciones en los llanos de Colombia, fronterizos con nuestro país, en la Provincia de Parabia en Brasil, y en las muy populares charreadas mexicanas.
Existe otra versión que señala a los Toros Coleados como un epifenómeno transcultural americano en suelo español, es decir, un uso americano llevado a la madre patria.
Esta tradición se extendió por todos los rincones de Venezuela, y así tenemos que en crónicas anteriores a la emancipación nacional, se habla de la destreza y habilidad que mostraba el General José Antonio Páez en el recio y duro ejercicio del coleo.
En aquel entonces, para celebrar la fiesta de los Toros Coleados se adornaban las principales calles del pueblo y se levantaban las famosas talanqueras preparando templetes que serían ocupados por las jóvenes del lugar. Las puertas y ventanas de las casas se engalanaban con guirnaldas y lazos, mientras se escuchaban, unidos a la alegría de los pobladores, los acordes de los músicos invitados a tal efecto, acompañados de cohetes que se hacían sonar para realzar la celebración.
Así, los toros eran echados a la calle y, tal como hoy, los jinetes se peleaban por tomar la cola del animal y demostrar su destreza, para al final ser premiados con la cinta preparada por las gentiles manos de una de las damas del lugar.
En Caracas, se coleaba entre las esquinas del Carmen a Municipal, ya que allí se encontraba la residencia presidencial "La Viñeta". También en la calle de Romualda a Candelaria y en la calle principal de la parroquia de San Juan.
Podemos decir, que los Toros Coleados han tenido, desde su inicio, implicaciones políticas y sociales. Así vemos que en 1797, cuando la conspiración de Gual y España, fueron soltados los toros a la calle para distraer la atención del pueblo y de las autoridades.
El General José Antonio Páez fue uno de los primeros coleadores y durante su presidencia impuso al coleo como espectáculo en todas las fiestas, es así como se vincula desde muy pronto a las fiestas patronales de nuestros pueblos, lo que constituye un hecho social de importancia en el seno de las comunidades, y todavía hoy es una manifestación ritual que acontece todos los años, cada vez que en los pueblos y caseríos se celebra la festividad del Santo Patrono al que se es devoto.
Durante la presidencia de los Monagas, y los dos períodos de Joaquín Crespo, el coleo tuvo un gran auge, debido a la afición que ellos sentían por este deporte.
Después, se produjo un receso durante los gobiernos de Rojas Paúl, Andueza Palacios y Andrade, quienes no eran aficionados a los toros. En la época del gobierno de Gómez, los Toros Coleados pasan nuevamente a la categoría de espectáculo principal en los Programas Oficiales y Fiestas Patronales.
Es importante destacar que las reacciones de la Iglesia no se hicieron esperar, ya que durante todos estos años se opuso a que se incluyera este torneo, por considerarlo pagano, en las festividades religiosas y constantemente amenazaba a los coleadores con la excomunión.
Podemos afirmar que este espectáculo genera un sentimiento afectivo-amoroso en el ánimo popular. La tarde de toros se presta para lograr amistades bellas y duraderas, así como para originar innumerables pasiones, de las cuales una de las famosas: la del General Páez con Barbarita Díaz, quien fue su amante durante muchos años.
Las cinta con las que son premiados los jinetes, quienes con arrojo y destreza logran tumbar al toro, a menudo traen por detrás el nombre y teléfono de la premiadora, lo cual puede dar inicio a una nueva amistad. Un verso escrito en una cinta y firmado por Mayita, expresa la emoción que embarga al espectador: "Es preciso coleadores defender la tradición, luchar a brazo y pulmón, poner altos los honores, hasta quedar vencedores en esta lucha propuesta; solo decirles me resta; el día en que lo logremos: ¡El Coleo está de Fiesta!"
No sólo ha servido el coleo como inspiración amorosa sino que ha incitado la musa en diferentes expresiones artísticas. En Literatura encontramos al costumbrista Daniel Mendoza. Sistiaga y Gallegos en la novelística, Luis Iriarte en la poesía nativista, Fleitas Veroes, Carreño y Rodríguez Cárdenas en la poesía. En música se han compuesto coplas, corríos, joropos, pasajes y seis por derecho en honor a este espectáculo. En el refranero popular, encontramos la frase "Vivito y coleando", famosa desde la época posterior a la Independencia.
Por todo esto, podemos afirmar que los Toros Coleados pertenecen a nuestro Folklore, ya que es una tradición ancestral, con raíz popular y anónima y que ha sido practicada en forma empírica y tradicional.
Para los coleadores de antes derribar el animal significaba una muestra de valentía y fiereza, en ello se jugaba el todo por el todo y demostraban lo excelentes domadores de ganado que eran, adquiriendo prestigio al ser premiados por las damas con múltiples lazos multicolores.
El Coleo ya no se practica en las calles de los pueblos, sino que se construyen mangas especiales limitándose así el espacio. Al principio las empalizadas eran de madera, y los espectadores tenían que encaramarse sobre ellas para poder disfrutar del espectáculo; ahora son metálicas y están dotadas de tribunas.
También se limita el número de coleadores por tanda, antes era infinito, hoy no puede haber más de 4 coleadores dentro de la manga. Igualmente se reglamentó el tiempo de la estada del toro dentro de la manga, a 5 minutos para evitar el excesivo maltrato del animal; se incorporaron nuevos jueces, y la exigencia del peso del toro se ubicó alrededor de los 500 Kilogramos.
El timbre que indicaba la señal de los jueces para dar inicio de la coleada, que le daba sabor pueblerino ha sido cambiado por el intercomunicador, y la música, antes con conjuntos criollos, ahora es grabada y hasta se escuchan Steel-Bands, conjuntos colombianos y otros, que nada tienen que ver con nuestras tradiciones.
Quizás el cambio que más choca a la vista es la indumentaria; antes se coleaba en Liqui-Liqui y con Pelo e' Guama, ahora se ha incorporado el casco como medida de protección y los coleadores han impuesto el Blue-Jeans como vestimenta, quizás más cómoda, pero menos nuestra.
Los caballos también han sufrido cambios, antes se utilizaban los caballos criollos, pequeños pero de gran arrojo, utilizados especialmente en las faenas del llano. Ahora, en su lugar, vemos caballos llamados Cuarto e' milla, ejemplares importados del norte y preparados especialmente para esta faena. Su gran tamaño, arrancada y boca fina, que permite frenarlo mejor, hace que el esfuerzo del coleador sea menor.
Lo mismo pasó con el toro, antes se coleaban toros criollos llamados "pata corta", hoy en día se colea con Brahman, Cebú o mestizos.
A pesar de que en sus orígenes quienes encarnan la figura de coleador eran los peones, ahora vemos que quienes lo practican forman una élite, o sea, son familias de renombre, propietarias de haciendas y aquellos hijos de clase media superior y alta, quienes pueden darse el lujo de adquirir y mantener estos caballos tan costosos. También podemos decir que este deporte es el único que no rinde beneficios económicos, y que, por el contrario, es mucho el capital que hay que aportar para el sostenimiento del mismo.
En general, los cambios operados han sido para el beneficio del coleador y del espectáculo mismo, pero le han restado mucho de la esencia de lo que fue en sus principios.
Sin embargo, los Toros Coleados son un deporte original que aún conserva su autenticidad primigenia. Ha adquirido disciplina de jerarquía recia y ahora constituye una actividad reglamentada que ha desbordado los límites de los llanos para proyectarse a toda la geografía nacional.
Este deporte ha traspasado las fronteras, como quedo demostrado en la visita que ha nuestro país hiciera Jorge Luis Borges, quien a su arribo a Maiquetía manifestó su deseo de "ver" una coleada de toros. Deseo este que fue cumplido una tarde de sol en la manga del club Los Cortijos, donde el eminente escritor pudo sentir el relincho de los caballos y la emoción del momento mientras alguien le contaba al oído las incidencias del turno, ya que es ciego desde hace más de 25 años. Ante el galopar de los caballos, la voz de los coleadores y el olor de la tarde, no cabe dude que Borges "vio" como nadie las tumbadas y felicitó a los coleadores. Al final de la tarde su comentario fue el siguiente: "Ahora puedo decirle a mis amigos que sí es posible, que en Venezuela hay hombres que derriban un toro".
Para hacer un breve resumen de quienes han hecho historia en las mangas de coleo, mencionaremos a José Ángel Gorrín, al "negro" Guillén, Víctor Antonio Gorrín, José Rafael Pulgar, José Vicente La Riva, Ramón Martínez, José Félix Ceballos, Carlos Jiménez, José de la Cruz Reyes, Eloy Rivas, Dionisio Infante, Simón Infante, Víctor Díaz Gorrín, Ernesto Salas, Isaac Armoni, Jesús María Piña, Cruz Mario Sigala, Néstor Riera, Orlando Yepes, Mario Gudiño, Aquiles Fernández, Marcos Alfonzo, "Chuco" Díaz Martínez, José Manuel Díaz Martínez (estos últimos 4 formaron el equipo campeón nacional 7 veces, entre los años 1959 a 1970), los hermanos Zapata de Guarico, Sergio Carreño, Heriberto López, Nardo Figueroa, "Nero" Guillén, Ventura Vellera, "Compae" Linares, "Negro" Avendaño, Simón Azuaje, Tito Prado, Flavio Arrieta Arrieta, Eduardo Delgado, Gaudi Guevara, José Luis Silva y José Adrián Torrealba, entre otros muchos, demasiados para poder mencionarlos a todos.
Es necesario referirnos al hecho que en los últimos años se ha desarrollado un movimiento de mujeres coleadoras encabezado por Amelia Carolina Carreño Villegas, quien ha ganado múltiples campeonatos, compitiendo con hombres. Debido al auge femenino dentro de este deporte ya la Federación ha elaborado competencias exclusivas de mujeres, de modo que la fuerza a medir sea más justa.
Los Toros Coleados deben ser preservados como parte de nuestro Folklore, ya que en él encontramos vivencia y esencia popular, ese "algo" que vive en lo más profundo de nuestros sentimientos, que nos une en el gentilicio, que nos llama hacia el suelo patrio y nos pone en contacto directo n el presente con nuestro remoto pasado de padres y ancestros.



El dia 28 de agosto se realizó una reunión extrordinaria en Bariloche Argentina, con el fin de tratar el tema de las bases militares norteamericanas en Colombia. El presidente de la re